domingo, 6 de marzo de 2011

Publicado en la prensa

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Las “mulas”, el último eslabón de la cadena
Un total de 251 mexicanos cumplen condena en cárceles españolas por intentar traer droga a España




ALIB. Frida, doble cruz: presa y extranjera

Publicado en ABC Internacional
Por Ana Luisa Islas
Domingo 06 de marzo del 2011



Su sobrina cambiaba de muebles cada seis meses y estrenaba ropa constantemente. Frida V., que se las apañaba como podía para mantener a su familia, no se lo pensó mucho cuando su familiar la invitó a participar en un «negocito». «No quería que mi hija tuviera que pasar las mismas penurias que yo, explica Frida. Por eso, aceptó venir a España, trayendo droga consigo. La maquillaron, la peinaron y le compraron un «ajuar de marca», recuerda. Sin embargo, su nueva imagen no evitó que cuando recogió su maleta en octubre de 2005 en Barajas un guardia civil la llamara por su nombre y la llevara a una habitación aparte. Traía 9,8 kilos de cocaína en su equipaje, por los que pasó 5 años y 8 meses, y un sinfín de contrariedades, tras las rejas.

La historia de Frida se repite en el 98 por ciento de los 251 casos de mexicanos que actualmente cumplen condena en cárceles españolas. Algunos de ellos son víctimas de engaños y extorsiones; otros, ven en su viaje a España la respuesta a sus problemas económicos. Forman parte del nivel más bajo de la cadena del narcotráfico: «chivatos» les llaman, «cebos» humanos que, con pocas cantidades de droga, sirven en su mayoría para distraer la atención en los controles aduaneros y facilitar el paso de cantidades mayores.

Hace seis años solo había cinco mexicanos en prisiones en España. Dos años después, alrededor de 370 personas requirieron apoyo consular desde centros penitenciarios españoles. El aumento se atribuye a varios fenómenos, entre los que destacan el incremento de la actividad de los cárteles mexicanos, así como el hecho de que los ciudadanos de este país no necesitan visado para entrar a España como turistas.

El último viaje
Al igual que Frida, los otros mexicanos que se prestan como «mulas» tienen carencias económicas, afectivas o culturales. «La mayoría de las mujeres son madres solteras, cabezas de familia en México», explica Guadalupe Sánchez Martínez, cónsul de México en Madrid. Aunque Frida no era soltera, llevaba 20 años en una relación en donde la violencia doméstica era el pan de cada día. «Muchos meses era yo la única que llevaba el pan a la casa», comparte. Mujeres de estrato social bajo, algunas de ellas prostitutas, bailarinas o damas de compañía, estudiantes, personas de la tercera edad y discapacitados son presa fácil de las organizaciones delictivas.

Aunque a la mayoría de los que están en prisión los detuvieron en su primer viaje, como Frida, otros hicieron varios trayectos antes de ser apresados: Roma, Niza, Ámsterdam... Muchos de ellos cuentan que cuando decidieron realizar la última entrega, ésta fue la mala . «Parece que los ponen ahí para que los detengan», sugiere la cónsul. Lo cierto es que la Guardia Civil ha perfeccionado sus detecciones. «”Mulas” ha habido siempre, posiblemente ahora su forma de actuar es menos precavida y los guardias civiles y los sobrecargos tienen unos patrones de detección más afinados», explica José Ignacio Gallego, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, especialista en tráfico de drogas.

Aunque al principio muchos de los nuevos reclusos se deprimen, la mayoría suele adaptarse a la vida en la prisión con el paso del tiempo. Las instituciones penitenciaras españolas les ofrecen facilidades para continuar sus estudios, trabajar y tomar cursos que los mantengan con la mente y las manos ocupadas. Frida terminó la secundaria en prisión. Otros incluso han accedido a estudios universitarios. Un joven mexicano, que no quiere decirle a sus familiares que está en prisión, «para no alarmarlos», estudia Arquitectura. «Cuando vuelva a México quiere decirles a sus padres: “Estuve en prisión, pero ahora soy arquitecto”», comenta Álvaro Castro, a cargo en el consulado de la asistencia a sus compatriotas en prisión. También Alberto Sánchez, que ingresó preso en febrero de 2006, está a punto de terminar la carrera de Filología inglesa en la cárcel de Segovia. Como Alberto, algunos de los mexicanos hicieron el viaje a raíz de su adicción a las drogas, presionados por su camello para «saldar» una deuda. En general, la cantidad de dinero que les ofrecen por hacer el viaje es irrisoria —de 3.000 a 6.000 euros — si se piensa que por ellas arriesgan su vida, ingiriendo bolas de cocaína, y su libertad.

Lo que sorprende no es lo que reciben, sino el precio que alcanzan en el mercado, casi 20.000 euros, los 600 gramos que suelen traer escondidos entre sus enseres personales, ropa o estómagos. Esta semana la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes señaló que la cocaína es la segunda droga que más se consume en Europa, después del cannabis, y su uso en el continente se ha duplicado en los últimos tiempos. Los cárteles se las han arreglado para satisfacer el aumento de la demanda, a costa de unos cuantos. Gente que, como Frida, queda presa, desesperada y sin el dinero por el que decidió viajar.

Segunda oportunidad
Esta desesperación es caldo de cultivo para los abusos. Aunque en general la discriminación y malos tratos no son el pan de cada día, hay algunos casos, como el de Frida, que tanto ella como Instituciones Penitenciarias preferirían olvidar. La mujer fue víctima de abusos sexuales y amenazas por parte de un funcionario y de otra interna de la cárcel de Alcalá-Meco. El funcionario ha sido condenado a seis años y siete meses de cárcel. «Al final, por muy bien que se esté ahí, es una cárcel, y una como mujer, presa y extranjera es de lo más bajo que hay», cuenta Frida, que el 8 de febrero salió en libertad.

Entre diciembre de 2010 y febrero de 2011, como ella, salieron otros 26 mexicanos de prisiones españolas. En los próximos dos meses se espera un número similar. La excarcelación se debe a la última reforma del Código Penal, que reduce las condenas en los delitos menores de tráfico de drogas.

A diferencia de muchos de los adictos por los que en su momento pisaron la prisión, los mexicanos que salen de ella tienen una segunda oportunidad. Casi todos vuelven a México, donde no tienen antecedentes penales. Frida afirma que, a pesar del trago amargo, lo que más le duele del tiempo que estuvo tras las rejas es el daño que causó a su hija, así como el número de muertes que habrían causado los 9,8 kilos que transportaba.




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