La despedida mexicana
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Publicado en elPeriódico.com
lunes 25 de enero de 2010
Lolita Bosch
Cuando los franquistas llegaron a Barcelona y entraron en la sede del consulado mexicano para llevarse a los refugiados, el reloj que había en la sala principal del recinto se paró. De ello hace 71 años. Y hoy todavía la casa de Puig i Cadafalch que tiene el Gobierno mexicano en el paseo de la Bonanova está presidida por aquel reloj parado que nadie ha vuelto jamás a poner a su hora. Es un homenaje a lo que ocurrió aquí y también a lo que ocurrió allí: cuando miles de catalanes fueron recibidos en México con los brazos abiertos y se sintieron como en casa.
lunes 25 de enero de 2010
Lolita Bosch
Cuando los franquistas llegaron a Barcelona y entraron en la sede del consulado mexicano para llevarse a los refugiados, el reloj que había en la sala principal del recinto se paró. De ello hace 71 años. Y hoy todavía la casa de Puig i Cadafalch que tiene el Gobierno mexicano en el paseo de la Bonanova está presidida por aquel reloj parado que nadie ha vuelto jamás a poner a su hora. Es un homenaje a lo que ocurrió aquí y también a lo que ocurrió allí: cuando miles de catalanes fueron recibidos en México con los brazos abiertos y se sintieron como en casa.
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Hoy, muchos familiares de aquellos que se fueron han vuelto. Están aquí como representantes moralmente legítimos de la República y de nuestro pasado, y también como ciudadanos extranjeros con un vínculo emocional fortísimo que les une a Catalunya. Por eso, de nuevo, en la tierra mexicana que es el consulado todos nos sentimos como en casa. Porque nos une un interés compartido por nuestras culturas y un afecto que viene de lejos y tiene una raíz clavada en los dos países.
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Pero al margen de nuestra / su historia y del pasado, esa sensación de estar en casa cuando estamos en México sin salir de Barcelona es también labor y mérito de mucha gente que trabaja en el consulado y hace que nos sintamos bien en él. No quiero decir sus nombres, porque son discretos. Pero quiero agradecerles que en todas las recepciones, las fiestas, las celebraciones y los homenajes, hagan que nos sintamos como si todo se detuviera de nuevo y nosotros estuviésemos en un oasis en medio de Barcelona. Un lugar cálido y afectuoso en el que nos encontramos los amigos y pasamos un rato fácil, agradable y a parte. A parte de nuestro día a día y también a parte de la historia que ha estrechado, más que cualquier otra cosa, los vínculos de la sociedad catalana con México. Porque estos vínculos originales han crecido y se han fortalecido. Y ahora son nuevos y fuertes.
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Deseo despedirme desde aquí del cónsul Jaime García Amaral, que se va de Barcelona y deja una huella de calidez y hospitalidad que será difícil de olvidar. Esperemos que, siempre que vuelva, se sienta de nuevo como en casa. ¡Buen viaje, Jaime!
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