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sábado, 6 de septiembre de 2014

Colaboraciones


El poder de los supermercados 
by Esther Vivas



La gran distribución comercial (supermercados, hipermercados, cadenas de descuento…) ha experimentado en los últimos años un fuerte proceso de expansión, crecimiento y concentración empresarial. Las principales compañías de venta al detalle han entrado a formar parte del ranking de las mayores multinacionales del planeta y se han convertido en uno de los actores más significativos del proceso de globalización capitalista. 

Su aparición y desarrollo ha cambiado radicalmente nuestra manera de alimentarnos y consumir, supeditando estas necesidades básicas a una lógica mercantil y a los intereses económicos de las grandes empresas del sector. Se produce, se distribuye y se come aquello que se considera más rentable. 


"Operación supermercado" 
En el Estado español, la apertura del primer supermercado se llevó a cabo en el año 1957 y tuvo lugar en Madrid. Se trataba de un “supermercado-autoservicio” de carácter público promovido por el régimen franquista bajo el programa “Operación supermercado” que importó el modelo de distribución comercial estadounidense bajo la influencia del Plan Marshall. Su objetivo: modernizar el “comercio patrio”. La experiencia fue todo un éxito, dando lugar en muy poco tiempo a una red de supermercados públicos en varias ciudades como San Sebastián, Bilbao, Zaragoza, Gijón, Barcelona, La Coruña, etc. 

En 1959 abrió el primer supermercado de capital privado en Barcelona, fundado por las familias Carbó, Prat y Botet, propietarias de comercios de ultramarinos, y que lo bautizaron con el nombre de Caprabo, tomando la primera sílaba de cada uno de sus apellidos. Su apertura, como cuenta el libro Caprabo 1959-2009, significó una auténtica “revolución” entre los consumidores, atraídos sobre todo por el hecho de poder coger directamente de las estanterías los productos a comprar. Con el paso del tiempo, los supermercados privados, que el mismo gobierno franquista animó a crear, se impusieron, creando una extensa red de autoservicios en todo el Estado, y los de carácter público fueron desapareciendo. 

En ese mismo momento en Europa, los supermercados eran una realidad emergente. En 1957, en Gran Bretaña existían 3.750 establecimientos, en la República Federal de Alemania 3.183, en Noruega 1.288 y en Francia 663. El Estado español e Italia se situaban a la cola, con 3 y 4 autoservicios respectivamente. Los supermercados eran considerados un símbolo de modernidad y progreso. A partir de entonces, su extensión fue in crescendo, diez años más tarde, en 1968, el número de supermercados en el Estado sumaba ya 3.678 y veinte años después, en 1978, la cifra alcanzaba los 13.215 establecimientos. Su modelo de distribución y venta al detalle se generalizó a lo largo de la década de los 80 y 90, llegando a ejercer a día de hoy un dominio absoluto de la distribución alimentaria. 

Además, la mayor parte de nuestra cesta de la compra, entre un 68% y un 80%, la adquirimos en supermercados, hipermercados y cadenas de descuento. Según la revista especializada Alimarket, y con datos del 2012, el 68,1% de la alimentación envasada y la droguería la compramos en este tipo de canales, principalmente en los supermercados, frente al 1,5% que adquirimos en la tienda tradicional, el 25,1% en comercios especialistas y el 5,3% en otros. Según el informe Expo Retail 2006, casi el 82% de la compra de alimentos se realiza a través de la gran distribución, el 2,7% en tiendas tradicionales, el 11,2% en establecimientos especializados y el 4,2% es adquirido en otros lugares. En consecuencia, el consumidor cada vez tiene menos puertas de acceso a los alimentos y el productor menos opciones para llegar al consumidor. El poder de venta de los supermercados es total. 


Mucho poder en pocas manos 
Una distribución moderna que además concentra su peso en muy pocas compañías. De hecho, la mayor parte de nuestras compras en el supermercado se llevan a cabo en sólo seis cadenas, que controlan el 60% de dicho mercado. Se trata de Mercadona, con un 23,8% de la cuota de mercado, Carrefour con un 11,8%, Eroski (que incluye a Caprabo) con un 9,1%, Dia con un 6%, Alcampo (que integra los supermercados Sabeco) con un 5,9% y El Corte Inglés (con SuperCor y OpenCor) con un 4,3%. Les siguen Lidl, Consum, AhorraMás y DinoSol, que en conjunto conforman las diez principales empresas del sector. Nunca el mercado de la distribución alimentaria había estado en tan pocas manos. 

En Europa, la dinámica es la misma. En el conjunto del continente, las diez principales cadenas de supermercados controlaban, con datos del 2000, más del 40% de la cuota de mercado. Actualmente, se calcula que la concentración es aún mayor. En países como Suecia, solo tres compañías de supermercados monopolizan alrededor del 95% de la distribución, y en países como Dinamarca, Bélgica, Francia, Holanda y Gran Bretaña, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el 45% del total, según un informe de Veterinarios Sin Fronteras. 

Asimismo, algunas de las mayores fortunas en Europa están vinculadas a la historia de la gran distribución. En Alemania, la persona más rica del país fue hasta el 16 de julio del 2014, fecha de su muerte, Karl Albrecht, fundador y copropietario de los supermercados Aldi. Tras su fallecimiento, el número uno pasó a ser ocupado por Dieter Schwarz, propietario del grupo Schwarz, que incluye las cadenas de supermercados Kaufland y Lidl. En Francia, la segunda fortuna del país está en manos de Bernard Arnault, propietario del grupo de artículos de lujo LVMH y con una participación muy importante en Carrefour. Y sin ir más lejos, en el Estado español, el segundo puesto del ranking de las grandes fortunas recae en Juan Roig, propietario de Mercadona. 


La ‘teoría del embudo’ 
Una concentración que se visualiza claramente en la llamada “teoría del embudo”: miles de campesinos por un lado y millones de consumidores por el otro y tan solo unas pocas empresas de la gran distribución controlan la mayor parte de la comercialización de los alimentos. Tomemos el ejemplo del Estado español. En el extremo superior del embudo, contamos con alrededor de 720 mil campesinos y personas que trabajan en el campo y en el extremo inferior unos 46 millones de habitantes y consumidores, en medio 619 empresas y grupos del sector de la distribución con base alimentaria (con Mercadona, Carrefour, Grupo Eroski, Dia, Alcampo, El Corte Inglés, Lidl, Consum, AhorraMás, Makro, Gadisa, Grupo El Árbol, Condis, Bon Preu, Aldi, Alimerka a la cabeza) determinan la relación entre ambos. Y un dato a tener en cuenta: de entre estas 619 compañías, solo las 50 primeras ya controlan el 92% de total de la cuota de mercado. 

Son estas empresas las que que determinan a qué precio se pagan los productos al agricultor y qué coste tienen para nosotros en el ‘súper’, dándose la paradoja de que el campesino cada vez recibe menos dinero por aquello que vende y nosotros, como consumidores, pagamos más. Queda claro, quién gana. Se trata de un oligopolio, donde unas pocas empresas controlan el sector, que empobrece la actividad campesina, homogeneiza aquello que comemos, precariza las condiciones laborales, acaba con el comercio local y promueve un modelo de consumo insostenible e irracional. 

El poder de la gran distribución es enorme y nuestra alimentación queda supeditada a sus intereses económicos. Pensamos que somos nosotros quiénes decidimos lo que comemos, pero ¿es así?

miércoles, 6 de agosto de 2014

Colaboraciones


¿Adiós al campesinado?
by Esther Vivas



La agricultura ha dejado de ser desde hace años una actividad económica central. Ante un modelo agrario diseñado por y para el agronegocio, cada vez más campesinos se han visto obligados a cerrar sus explotaciones y abandonar el sector. Sin embargo nuestras necesidades alimentarias siguen allí. Sin campesinado, ¿quién nos dará de comer? 

La agricultura, en el Estado español, ha pasado de ser una de las principales actividades económicas a una práctica casi residual. En 1900, el 70% de la población activa trabajaba en el sector agrícola; en 1950, ésta había disminuido hasta el 50% del total; en 1980, ya únicamente representaba el 19%; y en 2013, sumaba un escuálido 4,3%. Las explotaciones agrarias, del mismo modo, desaparecen a gran velocidad. En el período de 1999 al 2009, en solamente diez años, éstas disminuyeron un 23%, según el Censo Agrario del Instituto Nacional de Estadística 2009. Pronto no quedarán campesinos en el campo. 

Menos explotaciones y más grandes. La concentración empresarial es otra realidad en el mundo agrario. Entre 1999 y 2009, a pesar del cierre de fincas, las que se mantuvieron, en todas las comunidades autónomas, aumentaron su extensión. Aunque los mayores incrementos se dieron en Galicia, La Rioja y Cantabria. En la ganadería, se repitió la dinámica: el número de explotaciones de cada especie de ganado disminuyó, pero aumentó el número medio de cabezas. Castilla y León se situó al frente de la producción de bovino y ovino y Catalunya fue la primera en la producción avícola y porcina, ambas comunidades con el mayor número de ejemplares de cada una de dichas especies. Por cierto, en Catalunya existen prácticamente tantas cabezas de cerdo, como de personas. 

La renta agraria en términos generales, en los últimos años, también ha retrocedido, a pesar de que en 2013, ésta aumentó un 7,7% después de varios años de mantenerse estable o en caída libre. Según datos de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el sector agrario en la última década ha perdido un 23% de su renta. Asimismo, los costes de producción siguen incrementándose, y actualmente significan un 93% de la renta agraria en su conjunto. La subida de precios de la energía, los fertilizantes y los piensos ha contribuido de forma decisiva al aumento. Los ingresos disminuyen, los gastos no hace sino aumentar. 



Precios en origen y en destino 

El diferencial entre el precio que se paga en origen al productor y el que nosotros pagamos en la tienda o el supermercado continúa subiendo. Si en junio del 2013, el precio del producto alimentario de origen a destino se multiplicaba de media por 3,79, un año más tarde, en junio del 2014, el importe se multiplicaba por 4,52, según el Indice de Precios en Origen y Destino de los Alimentos. Aquellos productos con un mayor incremento de su coste eran el calabacín, el repollo y la berenjena, con un diferencial porcentual entre el precio en origen y en destino de un 950%, un 808% y un 717% respectivamente. En definitiva, quién produce lo que comemos es quién menos dinero recibe. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Col·laboracions

Els supermercats
creen ocupació?  
Esther Vivas 


Hola, 
Aquestes darreres setmanes la patronal de la gran distribució (supermercats) ha imposat un nou conveni laboral als seus treballadors que precaritza encara més les condicions de treball dels seus empleats. Us envio, doncs, un article que publicava aquesta setmana a Público sobre el "mite" que els supermercats creen llocs de treball. Segur? I quina classe d'ocupació?

Els supermercats creen ocupació? 
Esther Vivas
Article publicat a Público,
07/02/2013.

L’obertura d’un gran centre comercial, un supermercat… sempre va associada a la promesa de creació d’ocupació, dinamització de l’economia local, preus accessibles i, en definitiva, a progrés. Però, la realitat és així?
La gran distribució comercial es basa en una sèrie de mites que, sovint, la seva pràctica desmenteix.

L’Associació Nacional de Grans Empreses de Distribució (ANGED), la patronal de la gran distribució, que agrupa companyies com Alcampo, El Corte Inglés, FNAC, Carrefour, Ikea, Eroski, Leroy Merlin, entre d’altres, acaba d’imposar un nou i dur conveni als seus 230 mil empleats. A partir d’ara, treballar un diumenge equivaldrà a treballar un dia entre setmana, i aquells que fins ara n’estaven exempts per motius familiars, també, hauran de fer-los. De tal manera, que es dificulta, encara més, la conciliació entre la vida personal/familiar i laboral, en un sector on la major part dels treballadors són dones.

A més s’aplica la regla d’or del capital, treballar més per menys: s’amplia la jornada laboral i es baixa el sou. Així mateix, si les vendes cauen per sota de les del 2010, els salaris poden ser retallats fins a un 5%. Plou sobre mullat en un sector ja de per si extremadament precari. La ANGED, per la seva banda, considera que “el conveni reflecteix l’esforç d’empreses i treballadors per mantenir l’ocupació”. Però, quina ocupació?

Ara Caprabo, propietat d’Eroski, anuncia que vol acomiadar 400 treballadors, no aplicar la pujada salarial pactada i retallar fins a un 20% els sous de part de la seva plantilla. I, qui és el culpable d’aquests mesures? La “previsible” caiguda de vendes i la crisi. L’any passat, curiosament, l’empresa va anunciar que el 2011 els seus beneficis havien augmentat fins a un 12%. Santa crisi “rescata” de nou a l’empresa.


Pel que es veu, supermercats i creació d’ocupació semblen, més aviat, un oxímoron. Són diversos els estudis que assenyalen com l’obertura d’aquests establiments implica, conseqüentment, el tancament de botigues i comerç local i, per tant, la pèrdua de llocs de treball. Així, des dels anys 80, i en la mesura en què la distribució moderna es consolidava, el comerç tradicional patia una erosió constant i imparable arribant a dia d’avui a ser quasi residual. Si l’any 1998 hi havia 95 mil tendes, al 2004 aquesta xifra s’havia reduït a 25 mil, segons dades del Ministeri d’Agricultura, Alimentació i Medi Ambient.

I si desapareix el petit comerç disminueixen, també, els ingressos a la comunitat, ja que la compra en una botiga de barri, a diferència de la compra en una gran superfície, repercuteix en major mesura en l’economia local. Segons un estudi de Friends of the Earth (2005), a Gran Bretanya, un 50% dels beneficis en el comerç a petita escala retorna al municipi, normalment a través de la compra de productes locals, salaris dels treballadors i diners gastats en d’altres negocis, mentre que les empreses de la gran distribució reinverteixen tan sols un 5%.

Així mateix, cal que ens preguntem quina mena d’ocupació fomenten supermercats, cadenes de descompte i hipermercats. La resposta és fàcil: jornades laborals flexibles, contractes a temps parcial, salaris baixos i tasques rutinàries i repetitives. I, què passa si decideixes organitzar-te en un sindicat i lluitar pels teus drets? Que si tens un contracte en precari, més val que et vagis acomiadant del teu lloc de feina. Wal-Mart, el gegant del sector i la multinacional amb un major nombre de treballadors arreu del món, n’és l’exemple per antonomàsia. El seu eslògan “sempre preus baixos”, potser podria substituir-se pel de “sempre sous baixos”. I no només això, un estudi sobre l’impacte de Wal-Mart en el mercat de treball local , l’any 2007, concloïa que per cada lloc de treball creat per Wal-Mart es destruïen 1,4 llocs de treball en els negocis preexistents. 

Però aquí no acaben les conseqüències negatives que la gran distribució té per aquells que participen en la cadena de producció, distribució i consum. Des dels camperols, que són els que més perden amb les grans superfícies, obligats a acatar unes condicions comercials insostenibles i que els condemnen a la desaparició, fins a consumidors instats a comprar per sobre de les seves necessitats productes de mala qualitat i no tan barats com semblen, fins a un teixit econòmic local que es fragmenta i descompon. Aquest és el paradigma de “desenvolupament” que promouen els supermercats, on una gran majoria sortim perdent mentre uns pocs sempre hi guanyen.