Nuestra querida amiga Elizabeth Vázquez Abarca, del grupo México Baila, nos ha remitido esta encantadora carta relatándonos sus recuerdos y explicándonos como vivía Ella el sentido de esta tan tradicional fiesta mexicana.
Volverán -como golondrinas al atardecer- a nuestras mentes aquellos recuerdos de nuestra infancia… de aquellas celebraciones rodeado de nuestros seres queridos… allá, en las hoy lejanas tierras de el Gran México…
Recordar, es volver a vivir…
Volverán -como golondrinas al atardecer- a nuestras mentes aquellos recuerdos de nuestra infancia… de aquellas celebraciones rodeado de nuestros seres queridos… allá, en las hoy lejanas tierras de el Gran México…
Recordar, es volver a vivir…
Aquellos Días de Muertos en México.
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Aún cuando me concentro puedo oler que se acerca el día de muertos. Huelo las flores de zempazuchitl, el olor a pan, a calaveritas de azúcar,... ahora tengo el olor también de la castaña torrada, de los panellets, del boniato o camote como suelo llamarle y el que me comocon un buen chorro de leche condensada por encima.
En México lo cristiano y lo pagano siempre van de la mano y mi familia no es la excepción. El día de muertos siempre ha sido una fiesta a celebrar. Pero una fiesta diferente...
En casa poníamos un modesto altar a nuestros muertos; rezábamos una oración, llevábamos flores al panteón y nos quedábamos a comer allí. Venían uno o dos rosarios incadas de rodillas frente a la tumba y luego a correr y jugar a las escondidillas por todo el panteón.
Encasa de mi Abue -como llamaba a mi abuela- se ponía un altar más grande con mandarinas, naranjas, limas, manzanas, guayabas, guisos como pulpo en su tinta, frijoles recién hechesitos, tortillas azules, elotes, sopes, huaraches, chicharrón en chile verde, cochinita pibil, y en una gran olla, la calabaza cocida cuyo olor impregnaba toda la casa llegando a invadir hasta la carnicería de la esquina; algunas copas de mezcal generosamente servidas, vasos con agua, varios panes de muerto, conchas, orejas, chilindrinas, gorditas, polvorones, y hasta uno que otro merengue, veladoras, calaveritas de azúcar o de chocolocate con nuestro nombre escrito en la frente, una gran imagen de la Virgen de Guadalupe y luego otros santos más chiquitos. Un quemador de copal, que después tuvieron que dejar de poner porque Susi -mi hermana- se mareaba con el olor. Muchas, muchas flores y fotos; fotos en blanco y negro de personas alas que ni siquiera habíamos visto.
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Para nosotros los niños, también era un día de fiesta. En la entrada poníamos telarañas, y por el techo colgaban murciélagos. También podías encontrar un vampiro, un gato negro... Las paredes las cubríamos con papel del baño para que diera miedo, y con una cajade zapatos hacíamos una calabaza: le hacíamos unos agujeros enforma de ojos, nariz y boca. Le poníamos una vela dentro para hacerla más tenebrosa, lo difícil era convencer a Elena, la mayor de los primos; para que nos llevara a pedir nuestra calaverita ¿Nome da para mi calaverita? Preguntábamos casa por casa. No aceptábamos dulces, porque les podían poner algo malo, sólo aceptábamos dinero y luego nosotros comprábamos nuestros dulces, y pues ¡Como no!, ese día nos daban permiso de ver una película de terror.
Al día siguiente todos a comer lo de la ofrenda, que de ninguna manera podía hacernos daño porque ya estaba bendito. La sensación es peculiar. Por una parte tienes miedo. Tantas calacas, humo, olores esparcidos por todas partes, te dan miedo. Pero también nostalgia por los de las fotos, porque ya no estan entre nosotros, respeto por todos los santos, por tanta tradición, porque sabes e interiorizas que tocar un pan de la ofrenda es como robar, sabes que eso es de los que ya no están con nosotros, alegría porque sabes que comerán y beberán mucho y bien; porque durante todo el día has estado pensando en ellos y sabes que esa noche vendrán y estarán contigo, y al final el mosaico que forman todas esas sensaciones, hace de esa noche una noche especial.
Dicen que los mexicanos no le tenemos miedo a la muerte. ¡Claro que le tememos! No más faltaba; pero también le tenemos respeto, hacemos bromas con ella, quien te quiere hasta hará una calaverita con tu nombre; una especie de poema en donde diga que la pelona, la huesuda, la flaca, la catrina, la muerte, ya te espera en el panteón. En esto el gran experto es mi padre, Don Fernando. Que con todo gusto y sabiduría nos pedía los nombres de nuestra profesora, del Director del cole o de nuestros mejores amiguitos para hacerles su propia calaverita; más de una vez nos hacía los deberes asumiendo él, la tarea de hacer alguna para el cole.
Dicen que los mexicanos no le tenemos miedo a la muerte. ¡Claro que le tememos! No más faltaba; pero también le tenemos respeto, hacemos bromas con ella, quien te quiere hasta hará una calaverita con tu nombre; una especie de poema en donde diga que la pelona, la huesuda, la flaca, la catrina, la muerte, ya te espera en el panteón. En esto el gran experto es mi padre, Don Fernando. Que con todo gusto y sabiduría nos pedía los nombres de nuestra profesora, del Director del cole o de nuestros mejores amiguitos para hacerles su propia calaverita; más de una vez nos hacía los deberes asumiendo él, la tarea de hacer alguna para el cole.
Buscando entre papeles, he encontrado muchas dedicadas a cada uno de sus compañeros de la fábrica, en donde la curiosidad es que no usaba los nombres de pila sino sus motes. Aún hoy día, nietos, sobrinos, vecinos y amigos en general recurrimos a Él para que con su agudeza nos escriba alguna para hacerle un detalle a la persona que queremos, y no se crean que es fácil, tenemos que describirle a la persona, describirle lo que le gusta, revisar sus características y es entonces -y sólo entonces- cuando nos hace su “calaverita”.
"En esta fosa que está
muy bonita pero fría
aquí descansan los huesos
de mi querida ¡María!
Se supone que murió
de una fuerte indigestión
un gran plato de patatas
pudo ser su perdición;
por ser tremendo glotón
ya en este panteón se encuentra
la calaca de Ramón".
Y es que a los mexicanos en general, no se nos da bien eso de las despedidas, cuando alguien se nos adelanta, no nos separamos de él hasta que lo entierran o lo incineran. Todo el tiempo estamos rezando un rosario tras otro. No es que querramos más o menos, es que nos es muy muy dificil despedirnos. En el aeropuerto te regresas una y otra vez a abrazar a los tuyos; cuando hablo por teléfono con mis hermanas, con mamá, o alguna amiga, Ramon, mi marido, me escucha decirle unas cuantas veces, bueno, te dejo, y empezar una nueva conversación, y otra vez, bueno, pues te hablo mañana y otros diez minutos, y así, varias veces. Pues eso mismo hacemos cuando alguiense nos va.
Las funerarias permanecen abiertas las 24 horas, así que puede llegar alguien a las tres de la mañana a dar su más sentido pésame y es bien aceptado y muy agradecido.
Normalmente se vela uno o dos días, hay que dar el tiempo que sea necesario para que vengan los familiares aunque se encuentren lejos. Luego al panteón, en donde se llevan hasta mariachis, se cantan entre lágrimas y risas las canciones preferidas de ese ser querido, y después del panteón a casa de los familiares más cercanos. Luego viene el novenario: nueve días yendo a casa de los familiares a rezar el rosario, claro que después del rosario viene el atole con sus tamalitos; y luego la misa del mes en donde también hay comida o cena o por lo menos un chocolatito caliente con pan, y así hasta que hace un año.
Y luego pues cada año. Es decir nos vamos despidiendo poco a poquito pero nunca del todo porque sabemos que cada año, por un día, tenemos la suerte de festejar juntos; el DÍA DE MUERTOS.
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Elizabeth Vázquez Abarca
Artículos de Martha Inés Sánchez relacionados con el tema:
Día de muertos. [Hay enlaces con recetas populares: pan de muerto, calabaza en tacha, capirotada, y atolito de maíz]
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