Mensaje institucional
de Fin de
Año
Barcelona, 30 de diciembre de 2012
Estimadas y estimados compatriotas,
Cuando se acaba un año y empieza uno nuevo las personas solemos hacernos buenos propósitos. Cosas que tenemos pendientes, retos u objetivos aplazados, deseos no del todo cumplidos .... Los mismos buenos propósitos que nos hacemos las personas valen también para los países, en nuestro caso, por nuestro país, Cataluña.
Si a cada uno de nosotros nos preguntaran qué es lo que más deseamos, muchos responderíamos: tener salud, sentirnos queridos y valorados, sentirnos útiles, y tener un trabajo que nos guste y que estimule nuestras capacidades. Esto mismo lo trasladaríamos a nuestros familiares ya nuestros amigos. Qué responderíamos, en cambio, si la misma pregunta nos la hicieran sobre nuestro país?
Probablemente diríamos que deseamos una Cataluña próspera, capaz de generar riqueza, bienestar y empleo; una Cataluña capaz de reforzar la cohesión de su sociedad, procurando evitar heridas que después provoquen enfermedades más graves, una Cataluña capaz de garantizar una igualdad de oportunidades real para sus ciudadanos, y sobre todo capaz de ocuparse de las personas más débiles y más expuestas a las inclemencias económicas y sociales de los tiempos que vivimos.
También desearíamos, en palabras de Salvador Espriu, del que el año que viene celebraremos el centenario de su nacimiento, una Cataluña "limpia y noble, culta, rica, libre, despierta y feliz", a imagen y semejanza de otros países que el poeta observaba "norte allá".
Y muchos desearíamos, además, una Cataluña que pudiera ejercer su plena libertad y en la que toda la ciudadanía pudiera decidir libremente y en paz nuestro futuro como nación.
Se podrá decir que muchos de estos deseos y buenos propósitos para nuestro país están lejos de la realidad que vivimos y lejos también del horizonte de los próximos tiempos. No puedo negar, porque siempre he procurado no ocultar la verdad y hacer frente a las dificultades de cara, que la gravedad del momento es muy grande y preocupante, en algunos aspectos, incluso angustiosa. Sin embargo, también sé que las dificultades no se vencen con resignación, sino con espíritu de superación, que los obstáculos no se salvan con falta de aliento, sino con empuje y determinación, y que los retos no se superan con indiferencia, sino con compromiso y también con pasión. Quien está dispuesto a luchar, puede salirse o no, puede ganar o puede perder. Pero quien no lucha, ya ha perdido.
Hace un año, le decía que en 2012 sería un año de exigencia y esperanza. Seguramente ha habido más exigencia que esperanza. Casi todos intuimos que el Año nuevo no será sencillo. Todavía hay muchas incertidumbres, muchos interrogantes, muchos problemas que se amontonan sobre nuestras mesas. Pero sobre todo procuramos que la exigencia, la gravedad y la dureza de los tiempos actuales no dañen ni entierren nuestra esperanza. Y a aquellas personas que lo han perdido por las adversidades que la vida pone en el camino, las tenemos que ayudar entre todos a recuperarla. Hace pocas semanas, con motivo de las últimas elecciones catalanas, comprobamos que tenemos un país comprometido y bien vivo. Un país diverso, plural, consciente del momento, ilusionado con el futuro. Muchos de vosotros participasteis en unas elecciones en las que siete de cada diez personas en edad de votar fueron a las urnas. Nunca, desde el año 1980, había habido una participación tan alta en unas elecciones al Parlamento de Cataluña. Es un signo claro de vitalidad y de compromiso, y de madurez democrática. Es una manera de decir que cada uno de nosotros es una parte pequeña, pero muy importante, del mosaico de nuestro país.
Es una manera de decir que queremos ser protagonistas de nuestro destino, como pueblo y como sociedad, y que cada uno de nosotros es un eslabón de una cadena que tiene todo el sentido si estamos todos.
Una mayoría de catalanes y de catalanes quiere construir un país nuevo. Arraigado a la tierra milenaria, pero mirando hacia arriba. El gran sentido de un país nuevo es garantizar el máximo bienestar cívico, espiritual y material de sus ciudadanos.
No hay proyecto nacional sin proyecto social y no hay proyecto social sin proyecto nacional. Bienestar y justicia junto a las libertades nacionales. Esta ha sido, es y será la lucha de tantas y tantas generaciones de catalanas y catalanes para el futuro de este país. Encaramos ahora páginas trascendentes de nuestra historia, y lo hacemos con el convencimiento de que nos llevará a vivir en un país mejor y que es nuestro deber y nuestra responsabilidad dejar a las futuras generaciones un país del que se puedan sentir bien orgullosos.
Os deseo una buena entrada de año en compañía de sus familiares y amigos. Procuramos, entre todos, que el Año Nuevo sea un poco mejor que lo que ahora termina. Y que nuestros propósitos, tanto personales como colectivos, lleguen a buen puerto.
¡Viva Cataluña!