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Pedro el Grande sale de la tumba
Publicado en La Razón
Lunes 22 de marzo del 2010
Los primeros resultados del análisis de la momia del rey Pedro el Grande tras la apertura de su tumba revelan que era un hombre sano que medía 1,73 metros, una altura considerable para la época, fue embalsamado y sepultado vestido de lino y seda, sin ninguna joya y junto a un saquito con un mechón de cabellos que podrían ser suyos.
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La investigadora ha informado que el cuerpo está en buenas condiciones aunque está "en un estado de conservación muy débil", "Fue un hombre muy sano, de una corpulencia importante, alguien que hizo una vida de rey", ha explicado la coordinadora del proyecto, Marina Miquel, durante la presentación de los primeros resultados ante los medios, en el Centro de Bienes Muebles de Valldoreix (Barcelona).
Durante las primeras observaciones, los investigadores han encontrado los pies del monarca, que se hallaban separados del cuerpo y estaban colocados entre las piernas, algo que se atribuye a que el cuerpo, que tuvo dos sepulturas, no cabía en la segunda.
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Biografía del rey Pere el Gran [Pedro el Grande]
Fue rey de Cataluña, Aragón y Valencia, conquistó Sicilia luchando contra los franceses y contra el Papado, flexibilizó el poder autocrático real e hizo el primer paso para alejar la Iglesia del poder político en Europa.
Pedro el Grande fue hijo de Jaime I el Conquistador y de Violante de Hungría. Desde del 1243 aparece destinado a ser el sucesor de su padre en Cataluña, un año después de la partición del 1253 empezó a usar el título de heredero de Cataluña y fue nombrado procurador general en 1257. En la gobernación del Principado se comportó con rigor contra la tendencia a la anarquía feudal, y en este sentido dio lugar al asedio y toma del castillo de Hostoles (1258) y en la ejecución del turbulento Ramon Guillem d'Òdena (1261).
Por último testamento de su padre (1262) después de la muerte del infante Alfonso, recibió Cataluña, Aragón y Valencia, mientras su hermano Jaime recibía las Baleares, los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorío de Montpellier. Este testamento desagradó el infante Pedro, pero tuvo que ceder, manteniendo recóndita el rencor.
El 1262 se casó con Constanza de Sicilia. Participó en la campaña de Murcia, especialmente en su
primera parte (en 1265 y principios del 1266). En 1272 se distanció de su padre y fue privado de todo cargo y renta, hasta que se reconcilió el año siguiente. El 1275 participó en la reducción de la
revuelta de su hermano Fernando Sánchez de Castro y otros nobles.
Se coronó rey en Zaragoza el 16 de noviembre de 1276, en una tregua de la segunda campaña contra el segundo levantamiento de al-Azraq, conducida por sarracenos valencianos, que dominó definitivamente con la toma de Montesa (1277). Esta victoria le permitió enfrentarse a una liga de barones rebeldes, la mayor parte de las comarcas de Urgell, Pallars y Foix (las ciudades y villas estaban, pero, al lado del rey), lucha que acabó con la victoria de Pedro en el sitio de Balaguer, donde se habían hecho fuertes los barones, gracias a la acción de los Balaguer, que ofrecieron a Pedro la rendición de la villa (1280).
En el proceso subsiguiente, el rey perdonó los barones y los devolvió los castillos capturados, con la excepción del conde de Foix. Intervino en el conflicto de los Niños de la Cerda, con éxito, todo guardando en prisión honrada en el castillo de Xàtiva los niños, que huían de Castilla (España) a la muerte de su padre, conducidos por su madre Blanca de Francia y su abuela Violant de Aragón.
Con el matrimonio de su hija Elisabet (futura santa Elisabet de Portugal) con el rey Dionisio de Portugal (1281) inició su política exterior de alianzas, que continuó con el noviazgo de su primogénito Alfonso con la princesa Leonor, hija de Eduardo I de Inglaterra, en 1282.
De cara a Italia, procuraba mantener buenas relaciones con Pisa y Génova; por otra parte, el papa Nicolás III no veía con buenos ojos el crecimiento del poder de Carlos I de Anjou en Italia y también se encontraban en relación y maquinaban a favor de Pedro nobles y prohombres sicilianos.
Paralelamente, desplegaba los estados musulmanes una política de paz o de penetración, sobre todo para tener una base territorial en Túnez. Todo ello, unido a la paz conseguida en el interior de sus reinos ya la preparación de una gran expedición marítima (que se ignoraba donde se había
de dirigir), puso las bases de la gran empresa para la que se disponía Pedro el Grande.
A pesar de la muerte de Nicolás III, sustituido por Martín IV (1281), francés que debía la elección a Carlos de Anjou, lo que debilitaba la construcción, tan diestramente preparada, de Pedro, este continuó adelante y el día 6 de junio de 1282 salía la armada de Portfangós, dos meses después de las famosas Vísperas sicilianas.
La expedición hizo escala en el puerto de Maón, desde donde debía dirigirse a la costa tunecina, en auxilio de ibn al-Wazir, señor de Constantina.
Pero el almojarife de Menorca envió una saeta al sultán de Túnez y, mientras el grupo hacía vía, ibn al-Wazir fue decapitado. A pesar de este contratiempo, Pedro el Grande desembarcó en Collo y se hizo fuerte; envió una embajada al papa pidiendo subsidios para emprender una cruzada contra los moros, que -tal como esperaba- le fue denegada.
Mientras tanto, llegaron embajadores sicilianos, que ante el asedio de Carlos de Anjou en Messina le ofrecieron la corona de Sicilia. Pedro el Grande aceptó y el 30 de agosto del mismo 1282 la expedición catalana desembarcaba en Trapani.
La ocupación de Sicilia por parte del rey Pedro fue seguida por la de Malta, Gozo y Djerba.
Desde los primeros encuentros navales, Cataluña se convirtió en señora de la Mediterráneo occidental. Martín IV excomulgó al rey Pedro y amenazó sus reinos con el entredicho. No habiendo obtenido satisfacción del rey, los entregó al príncipe católico que quisiera conquistarlos, que fue el príncipe Carlos de Valois, hijo segundo del rey de Francia.
Para alejar Pedro de Sicilia y de Calabria (donde había ido el rey con las sus huestes), Carlos de Anjou el desafió y se estableció unos pactos para tal acción, que no tuvo lugar, a pesar de la comparecencia del rey Pedro (desde Sicilia, donde había llegado la reina Constanza con sus hijos Jaime, Federico y Violante, Pedro se embarcó hasta Cullera y atravesó sus reinos hasta Burdeos).
A pesar de la llamada de esta gesta y de las precedentes, Pedro entró en conflicto con sus súbditos aragoneses. La entrada de los franconavarresos por los límites de Aragón, aunque muy breve, y la ocupación de la Valle de Aran complicaron aún la situación. En las cortes de Tarazona del 1283 los protestatarios, que formaban la Unión aragonesa, presentaron al rey, para que la aprobara, el Privilegio de la Unión, y este tuvo que ceder, al menos en teoría. También los catalanes, en las cortes de Barcelona (1283), presentaron al rey numerosas peticiones, que, aprobadas por el rey, están en la base del constitucionalismo catalán: las constituciones. Una vez al año, Queremos, estatus y Otorgamos todavía, además del famoso Recognoverunt proceres, que confirma y amplía las costumbres y los privilegios de la ciudad, son fundamentales, uno para el derecho municipal, las otras por al derecho público, estableciendo el funcionamiento regular de las cortes y convirtiéndolas en asamblea collegisladora con el rey, hecho sin precedentes en Europa.
Represas las hostilidades, Pedro el Grande sitió y conquistó Albarracín, defendido por Juan Núñez de Lara, señor de Albarracín y aliado del rey de Francia (1284). El papa organizó la Cruzada contra Cataluña y Pedro tuvo que acudir al Principado. El rey Jaime II de Mallorca, conde del Rosellón, aliado con el rey de Francia, facilitó a los cruzados la entrada en Cataluña. Pero la resistencia de Girona dio tiempo a la llegada desde Sicilia de la flota de Roger de Lauria, la cual, con la de Ramón Marquet y Berenguer Mallol, que ya había actuado con éxito contra los cruzados, infligió una gran derrota a la flota francesa frente a las islas Hormigas (1285), y las comunicaciones y el abastecimiento quedaron desbaratados.
Girona tuvo que rendirse, pero el ejército francés, diezmado por la peste y las acometidas de los catalanes, tuvo que emprender una desastrosa retirada, en la que Felipe el Atrevido murió al llegar a Perpiñán. Tras esta victoria, y cuando Pedro el Grande se disponía a salir con el grupo a castigar a su hermano Jaime II de Mallorca por su traición, en detenerse en Vilafranca, camino del puerto de salida, enfermó gravemente y murió la noche del 10 al 11 de noviembre del mismo
1285.
Fue enterrado en Santes Creus, donde había elegido sepultura. El prestigio de Pere II [Pedro II] se refleja en el verso de Dante: "De ogni valor llevo cinta la cuerda." Fue también hombre aficionado a las letras y un buen trovador, como lo prueba su intervención capital en el coloquio en verso, sostenido por Pedro Salvatge, poeta áulico, continuado por el rey y cercado por el conde Roger Bernat III de Foix y el trovador Bernardo de Auriac, en sus versos, Pedro el Grande se esfuerza en hacer revivir el viejo patriotismo de los trovadores con un llamamiento a los pueblos occitanos.