Publicado en Público.es
Sábado 26 de septiembre de 2009
El príncipe heredero de Japón, Naruhito, conmemoró hoy el naufragio y heroico rescate del galeón español "San Francisco" en las costas de Onjuku hace 400 años, un suceso convertido en símbolo de amistad con México y España.
Frente a las mismas playas donde fueron arrojados los supervivientes del galeón, hoy repletas de surfistas, el heredero al Trono japonés presidió en un ambiente entre solemne y festivo varios actos que marcaron el cuarto centenario de aquel naufragio.
El 30 de septiembre de 1609 un tifón redujo a pedazos el "San Francisco", que había partido de Manila con destino a Acapulco con 373 hombres a bordo, capitaneados por el que fuera gobernador de Filipinas, Rodrigo de Vivero.
El huracán acabó con la vida de 56 navegantes, pero los otros 317 fueron rescatados valerosamente por los pescadores de Onjuku, entonces una aldea de 300 habitantes.
Hoy, este municipio costero, situado a unos 100 kilómetros de Tokio, tiene 8.000 residentes y está hermanado con la localidad mexicana de Acapulco, en recuerdo de aquel episodio.
Cuentan las crónicas que en el rescate de 1609 participaron activamente las "ama", las pescadoras que buceaban a pulmón para recoger moluscos del fondo marino, quienes hicieron revivir sobre la arena a los marineros ateridos de frío, abrazándoles para transmitirles calor.
Esa representativa imagen la quisieron recordar hoy las autoridades de México en Japón, que regalaron al pueblo de Onjuku una escultura del mexicano Rafael Guerrero que muestra una mujer estrechando a un hombre contra su pecho.
México considera que el suceso de 1609 marcó el inicio de sus relaciones bilaterales con Japón, unos lazos que, según afirmó el heredero al Trono nipón en un breve discurso, están "basados en 400 años de relaciones" y son "cada vez más estrechos en el ámbito político, económico y cultural".
Ante el obelisco levantado en 1928 en memoria del naufragio, el príncipe Naruhito, que ha visitado México en tres ocasiones, dijo que de ese país guarda "un gran recuerdo en el corazón" y cerró su discurso sonriente y con una frase de agradecimiento en español.
Después, se trasladó con su comitiva al anfiteatro del Museo de Onjuku, donde le esperaban unas 400 personas, entre ellas un gran grupo de vecinos ondeando banderas de Japón, México y España.
Allí el alcalde del municipio, Yoshihiro Ishida, recibió en nombre de todo el pueblo la Corbata de Isabel la Católica de manos del embajador español en Japón, Miguel Ángel Carriedo, en la que supone la primera ocasión en la que la condecoración se concede a los habitantes de un pueblo.
Carriedo transmitió además a los habitantes de Onjuku un mensaje de agradecimiento del Rey Juan Carlos I, en el que destacó que la "generosa acogida" de 1609 se ha convertido en "testimonio de la amistad" entre los pueblos.
Tras los homenajes en Onjuku, la celebración se trasladó a la vecina Otaki, donde entre música y color se pudieron ver disfraces de samuráis y de personalidades de la época, incluido el propio De Vivero, en un desfile que rememoró su llegada al castillo de esa localidad, cuando le presentaron ante los mandatarios locales.
Lo cierto es que la inesperada estancia de Rodrigo de Vivero en Japón le permitió crear lazos con la máxima autoridad del archipiélago, el shogún Ieyasu Tokugawa, con quien negoció asuntos comerciales y de cooperación tecnológica.
Sin embargo, al margen de los relatos de Rodrigo De Vivero y el legado de amistad con Japón, no han llegado hasta nuestro días muchos restos del naufragado "San Francisco".
Un mástil y una vasija son los únicos supuestos restos del navío que se conservan en Onjuku: se cree que la valiosa carga que, según las crónicas, transportaba el "San Francisco" podría permanecer, desde hace cuatro siglos, sumergida bajo las aguas de la bahía.