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domingo, 15 de abril de 2012
Mexicanos en el Titanic
Un caballero a bordo
Manuel Uruchurtu cede su asiento a una dama
Publicada en el Yucatan.com.mx
Domingo 15 abril 2012
No consta autor del artículo. Fotografía: Internet
MÉXICO.- Un día, en la sala de espera de su dentista, la escritora Guadalupe Loaeza leyó en una revista que el diplomático mexicano Manuel R. Uruchurtu, pasajero del "Titanic", cedió su lugar en el bote salvavidas a una mujer que viajaba en segunda clase. "Acto heroico", se dijo.
La historia la cautivó y desde entonces pensó en rescatar ese episodio desconocido entre el cúmulo de historias, libros y películas que sobre ese hecho, señaló la autora de "El caballero del 'Titanic'", afirma Notimex.
Guadalupe Loaeza comentó que, aprisionada por la fascinante historia del famoso barco trasatlántico, se puso en contacto con un nieto de aquel diplomático mexicano de la época porfiriana. La noche en que el "Titanic" chocó con el iceberg, Manuel Uruchurtu fue subido al bote salvavidas número 11, gracias a su estatus de diputado en visita oficial en Francia.
Entonces apareció la inglesa Elizabeth Ramell Nye, "quien imploró se le incluyera en el bote salvavidas, alegando que su esposo e hijo le esperaban en Nueva York. Uruchurtu cedió su lugar a Elizabeth y, a cambio, le pidió que visitara a su familia en Veracruz para contarles su destino".
En 1924, Elizabeth cumplió su promesa y viajó a México para encontrarse con la viuda de Uruchurtu. Tiempo después se descubrió que Elizabeth mintió, pues ni estaba casada ni tenía hijos.
Explicó que ella escribió el libro durante un proceso que inició con una seria y profunda investigación que le llevó mucho tiempo, dada la enorme cantidad de información y libros escritos en inglés y en francés. "Este es el primer libro que se escribe en castellano", subrayó la autora."A nadie se le había ocurrido, en 100 años, escribir un libro en español sobre este personaje, uno de los ocho latinoamericanos que viajaban en el barco. Ningún descendiente o pariente de todos esos pasajeros que murieron en 1912 pensó en hacer un libro en español sobre lo ocurrido".
La autora agregó que la historia que plantea en "El caballero del Titanic" está llena de idealismo y de valores, como los que tanta falta hacen actualmente, en la persona de ese mexicano heroico que era político porfiriano; "la historia del 'Titanic tiene una gran cantidad de aspectos en los que se puede reflexionar".
Fue una labor titánica, un periodo creativo en el que ella trabajó 12 horas diarias. "Me enamoré del tema y de todos los pasajeros", abundó Guadalupe, quien acudió a la Enciclopedia Británica, internet, al sobrino nieto del protagonista, Alejandro Gárate Uruchurtu, y las familias Gárate Uruchurtu y Garaza, de Jalapa."Pude haber escrito tres libros más, porque seguirle la pista a la señora inglesa que tomó el asiento de Uruchurtu, o a la viuda de ese diplomático mexicano, quien murió cuatro años después del hundimiento con siete hijos educados en la Revolución, me hubiera permitido hacer un trabajo mucho más novelado".
La entrevistada destacó más adelante que, sin embargo y como no hay nada más escrito en español, le encantaría hacer luego una novela de ficción sobre este tema, porque para esta obra literaria, dijo, se ciñó más fielmente al rigor histórico emanado de las horas de investigación en todas las fuentes señaladas.
El hundimiento del Titanic, en abril de 1912, marcó a miles de personas. Ese sueño de ingeniería se convirtió en una pesadilla en las aguas del océano, acabando con la vida de hombres, mujeres y niños. El hecho perdura hasta hoy y numerosas leyendas se desprenden del accidente náutico.Pocas personas saben que entre quienes perdieron la vida en esta tragedia se encontraba Manuel R. Uruchurtu, y menos se sabe que entregó su vida por salvar a una mujer y a un niño que ella tenía en brazos; atendiendo la súplica de esta mujer, el mexicano decidió dejarle su lugar en la barca que lo salvaría.
"El caballero del Titanic" cuenta esa historia y todos los pormenores que rodearon este acto de sacrificio y caballerosidad en favor de una madre y su hijo.Guadalupe Loaeza elaboró este libro, de 296 páginas y disponible en 'E-book', sobre los últimos minutos del Titanic y los últimos días de Uruchurtu. En la cubierta del Titanic, unos valientes caballeros latinoamericanos eligieron pasar su última noche, la del 14 al 15 de abril de 1912, escuchando los acordes que tocaba la orquesta mientras el lujoso trasatlántico se hundía frente a las costas de Terranova.
Entre los 2,000 pasajeros que viajaban a bordo del Titanic, figuran varios latinoamericanos, cuatro de ellos de origen español, que murieron haciendo gala de su caballerosidad y valentía.El mexicano Manuel R. Uruchurtu, el argentino Edgardo Andrew, y los uruguayos Ramón Artagaveytia, Francisco Carrau y José Pedro Carrau, integran la lista de los latinoamericanos que embarcaron en el Titanic, como confirmó una portavoz de Musealia, empresa que organiza la muestra "Titanic, The Exhibition".
La Enciclopedia Titánica también registra a la camarera argentina Violeta Jessop, quien sobrevivió al naufragio, y a Servando José Florentino Ovies y Rodríguez como cubano pero otras fuentes apuntan que era un asturiano que vivía en La Habana.
La tragedia del viaje inaugural del famoso buque, que zarpó del puerto inglés de Southampton y nunca llegó a Nueva York, mostró todos los aspectos de la condición humana, desde la más extrema generosidad hasta la mezquindad más deplorable.
Entre los comportamientos ejemplares destaca el del único mexicano que viajaba a bordo: Manuel R. Uruchurtu, de origen vasco, un político nacido en Hermosillo, integrante de una familia pudiente y destacada del noroeste de México.La noche en la que el Titanic chocó con el iceberg, Manuel Uruchurtu fue subido al bote salvavidas número 11, gracias a su estatus de diputado en visita oficial en Francia.Entonces, según recuerda en un artículo un pariente suyo, Alejandro Gárate Uruchurtu, miembro de la Sociedad Histórica del Titanic, apareció la inglesa Elizabeth Ramell Nye, "quien imploró ser incluida en el bote salvavidas, alegando que su esposo e hijo le esperaban en Nueva York".
Manuel Uruchurtu cedió su lugar a Elizabeth y, a cambio, le pidió que visitara a su familia en Veracruz para contarles su destino.En 1924, Elizabeth cumplió su promesa y viajó a México para encontrarse con la viuda de Uruchurtu. No obstante, tiempo después se descubrió que Elizabeth mintió ya que ni estaba casada ni tenía ningún hijo, según el artículo de Gárate Uruchurtu.
También tuvo una actitud caballerosa el argentino Edgardo Andrew, oriundo de Río Cuarto, e hijo de ingleses, quien a los 17 años se fue a estudiar a Inglaterra.Un año después, Andrew escribió a su enamorada Josey diciéndole que no la podía esperar en Inglaterra porque se iba a Estados Unidos en el Titanic, según una investigación publicada hace unos años por el diario Clarín.La premonitoria carta de Edgardo, dice en su tercer párrafo: "Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano".
Después de que el barco chocará con el iceberg en su cuarto día de navegación, Edgardo salió de su camarote al pasillo y se encontró cono Winnie Trout, quien sobrevivió y fue una voz fundamental para los historiadores, según cuenta Clarín.Cuando comenzó a hablar en público de la tragedia, casi 40 años después del accidente, Winnie confirmó la versión de los familiares de Edgardo de que el pasajero argentino tenía colocado ya su chaleco salvavidas y viéndola a ella desesperada, se lo cedió para después arrojarse al mar.
Quien sí logró sobrevivir al hundimiento del Titanic es la camarera argentina Violeta Jessop, quien además fue testigo de los accidentes de otros dos de los mejores trasatlánticos de su época, todos de la naviera White Star Line.
Violeta, nacida en 1887, en Argentina, de padres irlandeses, pertenecía a la tripulación que sobrevivió a la colisión en 1911 del Olympic con el vapor Hawke, y en 1916 se salvó del hundimiento del Britannic.
En sus memorias, Violeta cuenta que desde el bote salvavidas vio el hundimiento del Titanic y cómo soportó ocho horas de angustia hasta ser rescatada por el Carpathia."A medida que el bote descendía, un oficial me dio un bebé para que lo cuide. Y me arrojó un bulto al regazo", contó Violeta, aunque jamás supo quién era ese niño.Otra historia asombrosa es la del acaudalado uruguayo Ramón Artagaveytia, descendiente de vizcaínos y que cuarenta años antes se se salvó del naufragio del vapor América en el río de la Plata.
Como pasajero de primera clase, Ramón tenía derecho a una plaza en uno de los botes salvavidas. Sin embargo, decidió no subirse al bote y fue visto por varios pasajeros en la cubierta del barco junto a otros dos paisanos, los Carrau.
Las últimas horas de Artagaveytia concluyen con un enigma. Cuando identificaron su cuerpo, se halló entre sus ropas un reloj de bolsillo, con sus agujas fijas en una hora diferente a la del naufragio (02.25 horas).
Según cuenta Josu Hormaetxea, autor de "Pasajeros del Titanic. El ultimo viaje de Ramón Artagaveytia", "su reloj estaba parado a las 5 de la mañana; eso significa que estuvo a punto de volver a engañar a la muerte, ya que los equipos de rescate a esa hora ya habían llegado".
Los Carrau, Francisco, de 28 años, y Jose Pedro, de 17 años, que según algunas versiones eran primos y otras eran tío y sobrino, embarcaron en Southampton en el Titanic en un camarote de primera clase, según la Enciclopedia Titánica.
La familia Carrau, de origen catalán, fundó una de las compañías más antiguas de Uruguay, Carrau & Cía, que en la década de 1910 ya estaba "fuertemente consolidada en el mercado contando como engranaje básico a Francisco Carrau Rovira", según la página en internet de la empresa.
Junto a ellos, fallecieron decenas de héroes como el capitán del Titanic, Edward Smith, quien dirigió el abandono del buque y luego se encerró en el cuarto de derrota.
Y los ocho músicos de la orquesta del Titanic que pusieron música a una de las mayores tragedias náuticas de la historia.
El héroe mexicano que cedió su asiento en los botes salvavidas del Titanic Paula Escalada Medrano
México, 9 de Abril
(EFE).- Cien años después de la muerte de Manuel Uruchurtu, la historia de este político mexicano que se ahogó en el Titanic por ceder su lugar a una señora busca hacerse un hueco en el imaginario colectivo de México para rescatar esos valores de caballerosidad propios de tiempos pasados."Su historia sirve para rescatar valores, cuando padres y abuelos eran unos caballeros, la valentía, el respeto a la mujer y la lealtad, que estaban por encima de tu vida, todos los valores que la sociedad actual está urgida de recuperar", dijo a Efe su sobrino bisnieto, Antonio Uruchurtu.
Manuel Uruchurtu fue el único viajero mexicano del Titanic y por su posición, que viajaba en primera clase, le ofrecieron ser uno de los primeros en tomar un bote salvavidas, cuando aquel 14 de abril de 1912 el barco chocó contra un iceberg y comenzó a hundirse.
Cuando estaba ya en el bote, una señora de segunda clase se acercó con un bebé suplicando que la dejaran subir, pero los oficiales no lo permitieron; ahí fue cuando Uruchurtu se levantó y le cedió su lugar a la dama.
"Cuando el Senado de Estados Unidos se puso a hacer el recuento de los daños y a entrevistar a los supervivientes, hay tres testigos que cuentan esta historia y coinciden en el acto de heroísmo", cuenta Antonio Uruchurtu, quien hace un lustro decidió sacar la historia de la familia, animado por Premier Exhibitions, la compañía que organiza las exposiciones del Titanic."Siempre fue una historia de familia, de esas que vienes arrastrando generación tras generación pero que no salen de tu casa, se quedan en la sobremesa", contó.La mujer que Uruchurtu salvó era inglesa, se llamaba Elizabeth Ramell y la única petición que le hizo el mexicano fue que buscara a su familia y le contara cómo había muerto.
El viaje se produjo doce años después del hundimiento del Titanic; Ramell viajó al municipio de Hermosillo (Sonora), en donde vivía la familia Uruchurtu."Tuvieron que hablarle al maestro de la escuela, que era el único que hablaba ingles", explicó Antonio, quien contó que Manuel era diputado federal e iba a postularse como candidato al Senado.
No pensaba tomar el Titanic, pero en el último momento lo convencieron, atraído por la idea de que era el viaje inaugural del transatlántico más grande construido por el hombre.Antonio está haciendo un esfuerzo para que su país lo reconozca como Héroe de la Caballerosidad, después de haberlo conseguido en el estado de Sonora; la petición está en el Senado de la República y en caso de conseguirlo, explicó, su nombre se escribiría en oro en la Cámara.
En los próximos días saldrá a la venta el libro "El caballero del Titanic" de la escritora mexicana Guadalupe Loaeza, una biografía novelada sobre la vida de Uruchurtu.Pero México no solo está relacionado con el transatlántico más famoso del mundo por la vida de este héroe, sino que muchos de los pasajeros del barco creado por James Cameron en su oscarizada película eran mexicanos."Titanic" (1997) fue rodada en México, en la península de Baja California, y por ello muchos de los extras necesarios fueron mexicanos."Querían sentir la emoción de participar, pese a que tenían que estar 14 horas rodando para una sola escena", explicó a Efe Juvenal Arias, historiador de Rosarito, Baja California.
En los años 1996 y 1997, en este municipio de menos de 100.000 habitantes, cuenta Arias, podía verse a Cameron bebiendo en un bar, hablando con la gente.
Aquel rodaje supuso un boom económico para la localidad que, según datos de su oficina de Turismo, dejó una derrama económica de 238 millones de pesos (18,5 millones de dólares).
Para rodar la película, la productora Fox construyó unos estudios que luego albergaron un museo en el que se exhibían numerosos objetos y escenarios de "Titanic".
"La población no estaba lo suficientemente preparada para un proyecto de esa magnitud", apuntó Luisa Gómez, que trabajó en la película en el departamento de Arte y contó que hasta los materiales de construcción de la zona se agotaron.Los estudios pertenecieron a Fox hasta 2007 y allí se rodaron otras películas como "Deep Blue Sea" (1999) o "Pearl Harbor" (2001); después se vendieron y hoy continúan en funcionamiento con el nombre de Baja Studios; Gómez trabaja como productora independiente en los filmes que se ruedan allí.
Debido a la crisis económica y a la percepción de inseguridad de la zona cercana a Tijuana, el turismo ha bajado mucho en estos años y el museo del Titanic tuvo que cerrarse.
Para Juvenal Arias, el cine puede ser la solución para fomentar el turismo y por ello el Estado debería invertir para atraer nuevas filmaciones que trajeran turismo.
El estreno de la película en 3D, apuntó, puede ser "una nueva llamada de atención" al Gobierno para que recuerde aquellos tiempos en los que gracias al cine las playas de Rosarito estaban repletas.
EFEpem/ag/dmt
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