San Valentín: rosas y espinas
por Esther Vivas

Las mujeres son la principal fuerza de trabajo en estas “maquilas” del Sur global. Mujeres que no reciben rosas sino que las producen de sol a sol por salarios de miseria y en condiciones laborales extremadamente precarias. En las plantaciones de África del este y de Colombia, se calcula que pueden llegar a trabajar hasta 15 horas al día para cubrir las exigentes demandas de los clientes, según el informe Amargo florecer de War on Want. En Colombia, representan el 65% de la mano de obra, la mayoría migrantes rurales, y en Kenya el 75%. Sus salarios son de miseria. En Kenya, la retribución es de unos 33 euros al mes, y no da para cubrir necesidades tan básicas como la alimentación, la vivienda, el transporte. A menudo, son obligadas a trabajar horas extras sin remuneración, de negarse pierden el empleo. La temporalidad es la moneda de cambio.
La presencia de sindicatos independientes es casi inexistente. Las condiciones laborales precarias dificultan la organización sindical y aquellos que lo intentan acaban siendo amenazados y acosados por la empresa. En Colombia, según War on Want, se calcula que menos de un 5% de los trabajadores forma parte de un sindicato; en Kenya, la cifra oscila entorno el 16-17%; y en Etiopía es igual a 0. Las empresas de flores, además, tienen un largo currículum de persecución sindical y de creación de sindicatos patronales.