miércoles, 18 de noviembre de 2009

Publicado en el Universal de México


España se endurece con viajeros extranjeros
La reglamentación para ingresar al país peninsular como turista ha provocado una oleada de repatriaciones y un incipiente conflicto diplomático con varias naciones latinoamericanas
Publicado en El Universal.com.MX
El Mundo
Ana Anabitarte Corresponsal El Universal Martes 17 de noviembre de 2009
MADRID.— España, a la que todavía muchos latinoamericanos llaman la “madre patria”, se ha convertido en un espacio inexpugnable para miles de turistas que vienen del otro lado del Atlántico, muchos de ellos mexicanos.

La dureza y en ocasiones arbitraria reglamentación para ingresar al país como turista ha provocado una oleada de repatriaciones que, previamente suponen procesos de incomunicación y trato vejatorio.

La situación es de tal gravedad que ha derivado en un incipiente conflicto diplomático con países como Brasil, Argentina, Chile y Venezuela, entre otros. México, pese a que en menos de dos años ya suman más de 300 los ciudadanos expulsados, no ha presentado ninguna queja formal.

El origen del problema se remonta al año 2007 en que entró en vigor la reserva hotelera o la carta-invitación como requisito para ingresar en cualquier país del llamado espacio Schengen (conformado por la mayoría de los países de la Unión Europea y Suiza). Se trata de un documento que acredita el lugar de estancia del turista durante el periodo vacacional, que tiene un costo de 150 dólares, que hay que presentar en una comisaría de policía y que las autoridades tardan en responder un mes.

A raíz de ese requisito y de otros como disponer de 80 dólares en metálico (56 euros) por cada día de estancia, se sucedieron las no admisiones de miles de turistas latinoamericanos en los aeropuertos españoles.

En el caso de México, de donde cada año vienen a España unos 350 mil turistas, en el año 2007 un total de 66 no fueron admitidos, cifra que se dobló al año siguiente hasta llegar a los 150, y que sigue aumentando: sólo en los últimos tres meses de este año ya van 70.

Sin embargo, pese a estas expulsiones nuestro país no ha querido sumarse a las quejas de sus vecinos latinoamericanos. Hace dos años el Gobierno mexicano planteó el tema durante la VIII Reunión Binacional entre España y México y se logró que el gobierno español firmara un compromiso “informal” a través del cual se comprometía a “revisar” la expulsión de los turistas mexicanos en los aeropuertos españoles. Pero a raíz de las cifras no lo cumplió, porque dos años después las expulsiones continúan.

Pese a ello el gobierno de Felipe Calderón considera que el Ejecutivo español “ha cambiado de actitud y ahora tiene con México un trato verdaderamente diferenciado del resto de los países latinoamericanos”, según confirmó a EL UNIVERSAL el consejero político de la embajada, Bernardo Graue. “España lo ha entendido maravillosamente bien. Se ha dado cuenta de que a diferencia de lo que ocurre en otros lugares como Ecuador, los turistas mexicanos no vienen con la intención de quedarse, así que no representan un peligro migratorio para España”, dijo..
Pocos casos de México

Sobre las expulsiones Graue consideró que las cifras “no son significativas” y que los ciudadanos que no consiguen entrar “es porque verdaderamente venían sin cumplir ningún requisito”. “Es verdad que se han dado casos de no admitidos, pero son muy pocos y la mayoría ha sido porque no cumplen ninguno de los requisitos: ni traen carta-invitación, ni reserva hotelera, ni casi dinero. Y así es muy difícil lograr que les admitan”, argumentó.

Pero para los turistas rechazados lo peor no es sólo ser expulsados, perder el boleto de avión y la ilusión de un viaje, sino el trato vejatorio que sufren por parte de la policía española. Yolanda, una ecuatoriana de 35 años, se sintió como una delincuente.

Hace unos meses intentó visitar a su hermana Judith que está en Madrid haciendo un doctorado, pero ni siquiera pudo verla.

Yolanda relató: “Al llegar a la aduana el policía me pidió el pasaporte y al ver que era de Ecuador me empezó a hacer preguntas. Le dije que venía a ver a mi hermana, le di la dirección de la casa, y le mostré la carta-invitación que ella me había mandado. Pero no sirvió. Después de pasar dos días enteros incomunicada, encerrada en un lugar horrible y pequeño comiendo bocadillos, me mandaron de regreso a Ecuador sin ni siquiera dejarme hablar con mi hermana”.

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